Existe eso de plantar un árbol,
¿Pero donde si no es en el lugar propio;
y sin que el vecino después diga lo contrario
por causa del atrevido ramaje invasor?
No me atrevo a hacerlo en otro humus que no sea el propio y con factura,
como podría ser el caso de una cadera en una montaña ajena,
o en la falda de una colina apropiadamente empinada,
y a riesgo de una multa propiciada por otra Agente de la Poesía.
Todo por atreverme a horadar pilchas ajenas.
y sembrar semillas en otros molledos.
Abierto en la tierra un espacio suficiente, inserté sus flojas raíces inertes;
y ya han doblado varias esquinas los transeúntes
mientras crecía apabullante.
¡Y ahí está! frondoso, airoso y cobijante.
Empeñado en romper el silencio con sus inquilinos gorgoriteantes
Ahí me arrimo mientras tanto a leer mi novela preferida;
o a escribir estos últimos versos en la bitácora desorbitante.
¿Son versos? Tengo mis propias dudas,
como las de cualquier otro peatón untando migas en la sartén con aceite y frituras.
Otros menesteres me tientan al cobijo y en sus sombras;
como una siesta que se me antoja en este preciso instante.
Quizás antes pitar un cigarro con brisa que esparza la nicotina humeante,
sobretodo si los niños con sus juegos asoman inquietantes; inquisidores,
arriscando la nariz por este insano apego maloliente.
Este árbol creció desde que era tan sólo una rama flaca;
y hoy otea -¡No sé como lo hace si no posee un catalejo!
Si acaso el tiempo se me va por ahora en mil segundos a la vez,
o vuelve a cobrar la factura y sus intereses por el retraso acumulado.
Ambos hemos sido bastante amistosos entre si;
él por un lado oculta mis lecturas de la letra chica del contrato
y yo alimento sus anadipsias oculares.
Ambos nos cobijamos espacios y sombras;
secretos y lectura; silencio y algo de los asomos terrenales
que a cada instante señalan mis reptiles raíces recientes.
PREMIO EL CUATRIBOL
Mención “Mejor Apostador”
Halló un trébol de cuatro ojos y tres hojas en un macetero olvidado.
Halló una Rosa Hallada de la que se enamoró sellando su amor en una choza calada.
La Asociación de Cuidadores del Zoológico Metropolitano lo puso tras las rejas por su instinto de sobrevivencia y sus largas siestas de pata ancha.
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